"Aquí hay una guerra, sí, y muy antigua ya. En sus modos actuales -ejército regular, guerrillas organizadas- dura desde hace más de cincuenta años. Tan larga duración sin resultados -salvo el de la propia prolongación indefinida, con expansiones y contracciones de serpiente, de lombriz solitaria que se alimenta del organismo que la alberga y se reproduce hermafrodíticamente, fecundándose a sí misma- ha tenido sin embargo el efecto de corromper por completo a sus protagonistas, los llamados "actores del conflicto". No es que haya que "humanizar la guerra": como si la guerra no fuera la más humana de todas las actividades humanas: la única que solo los seres humanos practican. No hay, pues, que humanizar la guerra, sino civilizarla: someterla al derecho para poner coto a sus excesos. Pero lo terrible es que estamos cada vez más encantados con sus excesos. Los del otro. Los del de enfrente. Nos ponemos felices cada vez que nos cercioramos de que el enemigo es un bárbaro.
Pero así no se hace la paz. Así no se hace la guerra".
// Antonio Caballero
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